Comentario
Los grupos pertenecen a la fantasía creadora racional en la que se sublima el concetto poético alegórico a impulsos de la incontrovertible autoridad del mundo antiguo.En el reformismo del siglo XVIII español, que tiene por finalidad el reforzamiento del Estado, no se pueden omitir las intervenciones en el campo económico. Entre los cauces abiertos para lograr la mayor eficacia en esta clara ofensiva reformista, se encuentra el balance de las industrias creadas con apoyo estatal en la primera mitad del siglo XVIII, como la fábrica de Guadalajara encomendada por Alberoni a Ripperdá, para la que trajo en 1718 cincuenta tejedores holandeses, maestros en su oficio. A pesar de los disturbios laborales o de convertirse en sumideros de caudales públicos, las manufacturas reales o de protección privada tuvieron en el siglo XVIII un despliegue espectacular, como se demuestra en la corta o en la larga vida de las fábricas de Nuevo Baztán, Brihuega, San Fernando, La Granja de San Ildefonso, el Buen Retiro y otras muchas de localización urbana e incluso rural.Emulando la acción intervencionista del Estado de línea colbertiana, los Borbones dan paso a la creación de las manufacturas que han de desplazar y superar el proceso artesanal disperso gremial. Uztariz, Macanaz y Campillo dan paso a una política industrial que restringe las importaciones o la salida de materias primas. Campillo escribe que "se deberá prohibir la extracción de nuestras lanas a los reinos extranjeros construyendo cinco o más fábricas opulentas en nuestros reinos de todos los géneros de su naturaleza...". No sólo se fomenta a través de nuestros escritos normativos la fundación de manufacturas reales, sino también la protección a la industria privada mediante subvenciones y un comercio abierto.Los criterios de los reformistas en este campo dieron lugar a lo que se ha definido como nuevo tipo de empresa, la fábrica concentrada, que permite un proceso completo de producción y un trabajo en cadena colectivo que garantiza el control sobre el producto, huyendo de la producción fragmentada y dispersa de los viejos talleres. La premisa básica ante esta nueva perspectiva, fue la creación de una tipología fabril específica que tuvo su principal representación en las Reales Fábricas erigidas a lo largo del siglo XVIII. Se define el tipo de la fábrica-bloque de planta cerrada, con patios en torno a los cuales se ordenan las diferentes dependencias con sus distintas funciones, facilitándose el control de producción. Y se introduce también el conjunto industrial de complejidad urbano-arquitectónico. Entre las fábricas fundadas por los Borbones se distinguen varias tipologías. Existe un grupo fundamental que facilita el material de lujo de las grandes obras edilicias. Otras tuvieron como fin salvar de la ruina fábricas privadas que se creyeron sustanciales, como la sedera de Murcia. Otras tienen relación con la industria metalúrgica y otras con la política de monopolios, como la Fábrica de Tabacos de Sevilla. Se ha investigado profundamente en los tipos arquitectónicos que generan cada una de estas empresas y en el papel importante de aquellas, que dan impulso a técnicas decaídas mediante equipos pilotos como las de paños de Guadalajara, Brihuega, San Fernando, y las de tejidos de seda de Talavera y La Granja.La Real Fábrica de Paños de Guadalajara genera sucursales como la de Brihuega y San Fernando. Fueron campo de investigación de nuevas técnicas e instrumentos, cortando casi drásticamente la importación de paños extranjeros. Las fábricas centrales reales dieron lugar a un incremento periférico del que fueron testimonio la producción de sedas de Valencia o la industria algodonera catalana.Surge espontánea la inmigración de mano de obra experta. Campillo escribe: "Y respecto de que no hay en Europa quien imite a los ingleses en la fábrica de estos géneros de lana tendrá encargo particular del Rey su embajador... para hacer venir los artífices necesarios... a dirigir nuestras fábricas... Después se harán venir unos pocos franceses que instruyan a nuestros grandes fabricantes de los géneros de seda valencianos y toledanos en la perfección de sus tinturas... Será la obligación de los extranjeros que al principio de su establecimiento dirijan las fábricas, el instruir en las operaciones de cada una a cierto número de jóvenes del reino". Con el mismo criterio se expresan Bernardo Ward, Guillermo Bowles, Dowling y otros.La gran industria de la Corte dio lugar, incluso, a que algunos de los principales asentamientos tomaran el nombre de Real Sitio. San Fernando, famoso por la fábrica de paños allí establecida, como asegura A. Rabanal "fue una muestra excepcional del desarrollo de una política de tipo intervensionista". El lugar fue incorporado a la Corona en 1746. Se trata de un conjunto urbano formado por una real fábrica y un núcleo arquitectónico para albergar a los trabajadores. Tuvo también un carácter agrícola con intención de autoabastecimiento, emprendiéndose una cierta racionalización de los cultivos.A pesar de que su producción quedó truncada por una grave epidemia de fiebres tercianas, fue un innovador ejemplo de ciudad industrial, de construcción racionalista, sensible a su propia funcionalidad, generándose su tipología desde las razones de una práctica industrial de vanguardia. El conjunto urbano se traza abierto, previendo su propia ampliación. La fábrica obedece al sistema tipológico concentrado, con perfecto control del proceso productivo. Su interior es una respuesta a las diferentes funciones. El cuerpo de la fachada principal se utiliza para oficinas de la administración, capilla y vivienda del Gobernador. La segunda zona se destina a la fábrica, sujeta a tres amplias alas, cuyas naves se cubren con bóvedas de cañón sobre pilares, perfectamente acomodadas en su longitudinalidad al trabajo en cadena. Los tendederos de paños se alojan en el piso alto, actuando el patio como núcleo de iluminación y ventilación. La zona tercera se destina a almacenes de paños.La estructura de la fábrica de San Fernando se relaciona con ejemplos franceses de la misma época y retoma en su fachada principal elementos de la arquitectura noble de otros edificios de aquel período. El edificio se sitúa separado de la población por la calle que atraviesa la plaza cuadrada, en sentido perpendicular a su eje de simetría, manteniéndose con cierto dominio visual del entorno. Las viviendas se agrupan en torno a las dos plazas. El edificio fabril determina la formación del espacio abierto cuadrangular que, con fines industriales, se ordena disciplinado en su entorno. Las dos plazas, una cuadrada y otra circular, siguiendo una normativa europea, están unidas entre sí por la Calle Real que coincide con el eje longitudinal del conjunto, y obliga al límite de la perspectiva qué tiene su meta en el volumen de la Fábrica.En torno a ambas plazas se ciñen las viviendas de los trabajadores extranjeros y españoles que desempeñaron en San Fernando su actividad. Sólo se advierte la diferencia de una tipología de dos pisos aplicada a la arquitectura doméstica de la plaza cuadrada y otra de una sola planta aplicada a la plaza circular. Como espacios se utiliza la escuadra en la primera y el formato trapezoide en la segunda. La plaza cuadrada congregó treinta y dos viviendas con destinos diferentes, entre los que se incluyen edificios de abastecimiento, cárcel, cuartel y botica. La plaza redonda integró además unas funciones administrativas, políticas y religiosas, al proyectar un ayuntamiento y una iglesia. Otras dependencias se construyeron, con cierta dispersión, como adiciones a la propia Fábrica por el riesgo que entrañaron en algunos casos. El cementerio y matadero fueron elevados fuera del núcleo urbano con ciertas preocupaciones de nueva higiene.La organización del territorio circundante también es considerado dentro de las coordenadas integradoras del conjunto. El Real Sitio de San Fernando vino a ser un modelo dentro del experimentalismo económico, social o estructural de la formación de ciudades industriales españolas del siglo XVIII.La significación del Real Sitio industrial de San Fernando sirvió de estímulo a otra serie de planteamientos de la Corte de carácter industrial. La Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, situada al norte de la capital, se fundó en 1721 por los maestros Vandergoten, de Amberes, absorbiendo el taller de alto lizo instalado en la calle de Santa Isabel. En 1760 reunía treinta trabajadores y quince telares. Su producción alcanzó gran prestigio, sirviendo de suministro real y también a una clientela particular. Ejemplo también de edificio cerrado, tuvo incorporado un jardín y huerta, ordenándose su espacio en torno a tres patios. También alcanzó celebridad la Real Fábrica de la China, ubicada en el Buen Retiro junto a la ermita de San Pablo. Fue proyectada por el arquitecto de raza negra Antonio Carlos de Borbón. Integró seis pabellones con tres pisos y su producción se organizó en elaboración de pastas de porcelana, modelado y grabado, pintura y tiradores de rueda. Tuvo como referencia a la de Capodimonte.Por iniciativa privada se establece en las Vistillas de San Francisco una Fábrica de Coches, en 1789, en la que trabaja una plantilla de trescientos hombres. Reunió todos los oficios relacionados con la producción. El proyecto del edificio fue realizado por Manuel Machuca y en él se aprecia una gran austeridad, no exenta de gran pulcritud arquitectónica. También surge entonces la Real Fábrica de Platería de Martínez, que halló su definitiva ubicación en el Paseo del Prado. Prueba del rigor artístico desarrollado en la actividad de las fábricas del siglo XVIII es el requisito del Director del citado establecimiento, D. Antonio Martínez, que entre otras normativas expresa que dicha platería se encuentre próxima a la Academia de San Fernando "por la utilidad que podrían sacar los aprendices en ir a tomar lecciones de dibujo". El nuevo edificio de la platería, frente al Jardín Botánico, fue proyectado por el arquitecto Francisco Rivas. Su planta cerrada integraba también en la parte posterior una zona ajardinada. En su interior destacaba la sala central octogonal que sirvió de grandioso escaparate. Orientado al Paseo del Prado estuvo el gran taller, capaz para cincuenta trabajadores. En su fachada principal se dejó constancia del ennoblecimiento de este tipo de edificios en el que se utiliza una columnata dórica como entrada solemne a un pórtico clásico.La Real Fábrica de Salitre en el Barranco de Embajadores, de José y Manuel de la Ballina, la Fábrica de Filtraciones de Lejías junto a la Puerta de los Pozos de la Nieve de Manuel construida en 1784, y al sureste de la ciudad, del mismo arquitecto, la Fábrica que aún permanece en pie de Aguardientes y Naipes, transformada en Fábrica de Tabaco a principios del siglo XIX. Naipes y salitres tuvieron una exportación en cantidades muy considerables. Se observa que en el ámbito de la capital, la Fábrica se va insertando en algunos de los núcleos monumentales de la corte borbónica. Su tipología no marca diferencias en cuanto a su apariencia arquitectónica con la nobleza de otras edificaciones palaciales o científicas.En la provincia de Guadalajara, la villa de Brihuega conserva la Real Fábrica de Paños que mandó construir el Rey Fernando VI. En cualquier acercamiento panorámico al lugar sale al encuentro La Redonda, el módulo circular de la Fábrica insertado en el espacio más amplio del conjunto. Cuidados almohadillados, escudos bien labrados, fachadas trazadas cuidadosamente, hacen de este compendio industrial una muestra de las evidentes innovaciones tipológicas del tema industrial en España. El edificio se debe a los arquitectos Manuel de Villegas, Ventura Padieme y Jaime Marquet. La fundación se lleva a cabo en 1757. Al conjunto de los edificios, en los que se aglutina producción y población, gobierno y administración, se añaden otras estructuras adicionales y de instrumentos para el funcionamiento. La Fábrica surge sobre unas edificaciones existentes, que se derriban en algunos casos y en otros se remodelan y aprovechan. Eran propiedad gremial y se transfieren a la Corona por Real Cédula de 8 de junio de 1757. El Rey señala en un escrito refiriéndose a la Fábrica que "es de la mayor importancia para la perfecta conservación de las varias Artes... el continuar en la enseñanza de aprendices de las diversas maestrías para que se vayan sucediendo las habilidades y no tener que costear maestros extranjeros".El módulo sustancial de la fábrica es de planta circular. Se trata de dos anillos concéntricos divisores en seis zonas, dos a dos, separadas por muros convergentes en el patio abierto del cilindro. Perfectamente organizados en su jerarquización aparecen almacenes, despachos de maestros, Hiladas y Oficinas de Perchas y Tundidores. En la planta principal sitúa telares, hilanderas y otros aposentos de uso privado. En la tercera planta, el cuarto del Superintendente, zona única en la que el edificio se manifiesta en tres alturas. La planta de Villegas fue corregida por V. Padierne, que procedió a fraccionar aún más los espacios. Las oficinas de prensa, percha, tundidores, emborradores, despacho de lanas, etcétera,... ocupan los espacios principales. En la planta alta se halla la superintendencia. En el proyecto de ampliación interviene Jaime Marquet con amplias crujías que desembocan en la rotonda. Al vasto conjunto se adicionaron otras entidades arquitectónicas cercanas a la Fábrica principal, ubicadas a las orillas del río Tajuña.No se alcanzaría una visión totalizadora del tema de la arquitectura industrial en España sin mencionar el edificio singular de La Granja dé San Ildefonso. Siendo una construcción dedicada a la producción de objetos de lujo y de prestigio artístico, tampoco prescinde de un planteamiento experimentalista, que añade al valor de ser factoría de vidrios de alta cotización y fama, los méritos arquitectónicos que le son propios.La Fábrica de Cristales de La Granja se inserta en el núcleo más cercano al palacio, adyacente al apéndice de cuarteles, caballerizas y casas de Infantes. Genera un contexto urbano en el que población y producción se articulan racionalmente. La Fábrica, desde el punto de vista arquitectónico, es uno de los edificios más originales del siglo XVIII. Su trazado se debe a José Díaz Gamones, quien diseñó en 1760 un ambicioso espacio longitudinal cuyos transeptos sirvieron para alojar los hornos del vidrio y la larga nave para taller de laminación. Se ha relacionado el proyecto con algunas ideas desarrolladas por Ventura Rodríguez, lo cual no es nada extraño ya que la época en la que se traza el edificio la proyectiva de este maestro alcanza a numerosos seguidores y discípulos. Lo más novedoso del proyecto es el contenido sacral de su distribución, el cual se ha puesto en relación con las iglesias de dos extremos de la región del Rin y del período otoniano, con cruceros habitualmente a cada extremo de la nave longitudinal-basilical. Las fachadas de los transeptos también se vienen relacionando con los elementos utilizados en el diseño del anfiteatro quirúrgico de Barcelona, excepto en lo que se demuestra en los dentiles de las ventanas en arco segmentado. La obra también se ha relacionado con Ventura Rodríguez estilísticamente, por el empleo de claraboyas, cuyo diseño muestra semejanzas con las utilizadas por este arquitecto en la nueva universidad de Alcalá de Henares y en los dibujos preparatorios para una Librería que había de construirse en la capital de España.La Fábrica de Cristales de La Granja de San Ildefonso representa una nueva experiencia en el tema de la arquitectura industrial, siendo también un experimento social y económico llevado a cabo desde la Corona, desde el Estado, y como un signo más de reconocimiento al desarrollo de estructuralismo en dependencia de una específica función.En la creación de nuevos edificios para una puntual especialización industrial figura, como sistema brillante de aquel desarrollo, la Fábrica de Tabacos de Sevilla. Debe mucho, como gran parte de este movimiento industrial, al Cuerpo de Ingenieros organizado entre 1709 y 1711 por el flamenco Jorge Próspero de Verboom. Entre los nombres más célebres del primer registro del Cuerpo figura Ignacio de Sala, el cual dio las trazas para la Fábrica de Tabacos, iniciándose la construcción el año 1726. Ignacio de Sala se mantuvo en la dirección hasta el año 1731, fecha en la que tomó el relevo Diego Bordick manteniéndose al frente de las obras hasta 1737. La etapa comprendida entre 1750 y 1757 estuvo dirigida por Sebastián van der Bosch.El edificio es el mejor testimonio del monumentalismo que quiso dar a este tipo de estructuras fabriles el Rey Felipe V, aunque no estará totalmente ajeno a influencias del arte local. La planta rectangular se rodeó en su origen de un foso, aislándolo del exterior. El espacio fue compartimentado bilateralmente por medio de un eje central, en el cual, el vestíbulo y patio establecen una vinculación entre la fachada norte y sur. Los espacios laterales se organizan en torno a patios menores. Los espacios que se alinean a lo largo de la fachada principal son destinados a las funciones burocráticas, cuerpo administrativo y alojamiento de funcionarios. El resto se destina a tareas de producción distribuyéndose racionalmente molinos, almacenes, prensas, etcétera. Los secaderos se sitúan en la superficie de las terrazas. Las fachadas, en su tendido horizontal, se articulan por pilastras cajeadas y decoradas con realzados geométricos. Entre ellas aparecen amplios vanos que en el piso principal se coronan por frontón triangular. Una balaustrada recorre el edificio en su remate, aliviada por pináculos y florones. Tres de las portadas son de reciente creación; la principal es de gran belleza por su estructura en dos cuerpos, rematados por frontón triangular partido, que alberga en el tímpano el Escudo Real. Las columnas son pareadas y se levantan sobre basa común y pedestal amensulado. El balcón principal, precedido de una balaustrada, está adornado con fina decoración de carácter rococó.Los elementos ornamentales, especialmente los que se ciñen a los vanos y a la portada principal, así como el tratamiento dado al fuste y capitel de las columnas de encuadre, tiene influencia del arte local en su desarrollo clásico barroco. El conjunto se corona por una figura triunfal alada. La fachada principal fue labrada por el escultor Cayetano de Acosta. Sobre el balcón principal figura la inscripción que señala la terminación del edificio en el año 1757. Hoy el edificio ha sido adaptado a tareas universitarias.Las Fábricas Reales, en su conjunto, constituyen una experiencia singular del siglo XVIII. Sin embargo, no podemos dejar de destacar la importancia específicamente urbana que llegaron a alcanzar algunas realizaciones particulares. Como ejemplo y modelo de tal alternativa, señalamos a la pequeña unidad urbanística de Nuevo Baztán, a la que Díaz Aller ha definido con gran exactitud recientemente, con motivo de su restauración. Esta ciudad industrial fue iniciativa de su fundador, Juan de Goyeneche, natural de Arizcun, en el reino de Navarra. De sólida formación, se integró en la Corte de Carlos II desempeñando importantes cargos, tarea que continuó con Felipe V, quien prestó apoyo incondicional a todas sus iniciativas. Goyeneche, consciente del retraimiento industrial por el que atravesaba España y de la recesión económica, fundó el conjunto de Nuevo Baztán en el que se conjugan intereses dispares. Por una parte, el establecer un señorío nobiliario que sirviera a sus deseos personales de dominio y, por otra parte, el establecimiento de una ciudad de utilidad pública para el desarrollo demográfico a través de actividades industriales y agrarias. El diseño se concibe expansivo y al mismo tiempo, bajo el punto de vista estructural, centrípeto, en torno a un centro simbólico de poder, significado por el palacio y la iglesia alineados en el mismo frente, y constituyendo un bloque arquitectónico interrelacionado.La estructura urbana se centra en un eje viario principal y responde a un trazado ortogonal simple, en el que se integran seis manzanas de casas, la última de las cuales, en la calle Nueva, es de construcción reciente. En un segundo eje se sitúa preferencial el conjunto monumental de iglesia-palacio, sin embargo, se resuelve de manera compleja por una serie de quiebros, en torno a los cuales se configura un sistema de plazas conectadas en ángulo, en una consecuencia barroca de extraordinario valor urbano. Las cualidades formales y funcionales de estos espacios abiertos determinan una serie de ambientes, entre los cuales se ordenan con cierta jerarquización la Plaza Mayor frente a la fachada de los citados monumentos y que sirve para enmarcar su propia perspectiva. A un lado se encuentra la Plaza del Mercado con un sencillo soportal de pies derechos. Desde ella se accede a la Plaza de Fiestas, centro de la producción y de la población. El palacio y la iglesia polarizan esta pluralidad urbanística, de ejes articulados sabiamente para el desempeño de una función, sin pérdida del valor simbólico de exaltación del poder de su fundador, el cual desde el volumen céntrico controla esta población industriosa guiado por el espíritu y pretensión de un auténtico novator.Goyeneche cumplió casi todos sus propósitos. Levantó una fábrica textil, y progresivamente, produjo objetos suntuarios, sombreros, cueros y amplió incluso la producción de aguardiente común y cerdaya, agua de la "Reyna de Ungría" y otros. En el año 1720 Nuevo Baztán condensaba un núcleo de 500 habitantes. Goyeneche alcanzó a superar un proyecto cercano al colbertismo. Su sueño alcanzó su meta pero no se mantuvo en sus continuadores. Se trató de ampliar la producción hacia el campo de los vidrios finos. Llegó la quiebra y el éxodo de la población. Nuevo Baztán, sin otro estímulo, terminó en un poblado agrícola sin pretensión.En el recinto, palacio e iglesia se convirtieron en un signo de poder y de prestigio. El rectángulo de la iglesia se articula con austeridad, a excepción del Retablo mayor, cuyo medallón de signo clásico se envuelve en cortinaje de pliegues agitados con cierto efecto escenográfico. La fachada en vertical, en dos planos superpuestos y columnas corintias, tiene cierto recuerdo palladiano, coronada por hornacina y aletones con pináculos. El palacio, alineado en un mismo frente, se dispone en dos cuerpos con vanos y almohadillados. En el lateral izquierdo sobresale un torreón coronado por balaustrada. En la portada, el bocelón quebrado evoca el arte madrileño de la época. En el segundo cuerpo, se otorga cierto énfasis al balcón y tan sólo se alivia la austeridad general de la estructura por los detalles escultóricos de los mascarones y el Escudo dispuesto sobre el dintel.Es casi paradójico que Nuevo Baztán, una muestra de un proceso de renovación económica de línea colbertiana en su planteamiento racionalista, sea obra de José Benito Churriguera. Combina estructuras urbano-arquitectónicas de difícil mezcla. Su composición, siendo expresiva y variada, es serena; viene a ser un arriesgado ejercicio que mezcla lo clásico y lo barroco. En el plan general, Churriguera hace referencia a leyes de una gran funcionalidad expuestas adecuadamente sin restar importancia a la variedad y a la sorpresa. El fraccionamiento plural del terreno parte de un análisis complejo en el que se plantean, igualmente válidas, razones funcionales, técnicas y estéticas.